Séptimo día sin afeitar. El resumen de hoy es único e irrepetible: "El Señor es mi pastor, nada me falta". En aquellos tiempos Jesús dijo: "Qué llueva!". Y llovió. Hoy literalmente han abierto el grifo desde el km. 0. No nos ha caido más, porque han ido a buscar. Dos ideas para recordar: en llegando a Revenga, las gotas de lluvia en mi capelina no aguantaban más que uno o dos segundos para dejar paso a la que caía, dado el viento racheado de las Azores que encima azotaba el flanco izquierdo. Segunda idea: a pesar de llevar calzado gore-tex, en Villalcázar de Sirga me he tenido que cambiar los calcetines. (Chuqui tenía la marca del agua en los pantalones por encima de la bragueta). Tras salir de Boadilla nos ha recibido el Canal de Castilla que, tal como se esperaba, es una obra de ingeniería de impresión (servía para transportar el cereal al Cantábrico mediante barcazas que iban salvando desniveles mediante esclusas). En un momento entrábamos en Frómista y hemos vuelto a quedarnos alucinados, esta vez con la Iglesia románica de San Martín, del siglo XI, perfecta en proporciones y belleza (he tenido que pasar el mocho debajo
de mí, yo soy de románico).
En los siguientes 10 km., agua y más agua y tres pueblos pequeños con muy poca población que estaba en la iglesia orando. En Villalcázar de Sirga tenía que parar: me importaba poco la cantidad de agua porque tenía claro que no me iba sin ver la iglesia templaria de Santa María la Blanca. Según me ha comentado la persona que recibía al público y peregrinos es la única iglesia (no construcción) templaria documentada del camino.
Tras charlar un buen rato con él, he seguido camino. Chuqui me esperaba con bocata de chorizo frito en el bar del pueblo y hemos reemprendido hasta Carrión. Sin tregua. Pura agua hasta Carrión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario