Cuarto dia de nuestro señor sin afeitar. Etapa la de hoy peregrina, peregrina. Salimos de Atapuerca muy bien calzados, ya que Juanito, el dueño del restaurante El Palomar, nos dio un almuerzo peregrino a las 7,20 de la mañana. Nos despedimos con la pena de perder un amigo. Un extraordinario hombre, al que le debemos una foto cuando finalicemos el camino. Salimos con ganas de Atapuerca mirando al cielo vestidos para la lluvia. Pero pudo más el frío y la niebla, como veréis en las imágenes de la jornada. Tras un repechón para sudar nos encontramos una gran cruz en medio de la niebla. Chuqui aprovechó para echarse una meadíta que también han recogido las cámaras de España en directo. Bajando el descenso hacia Villalval ocurrió la anécdota del día: iba bajando tan ricamente cuando se me ocurrió comentar algo del camino con Chuqui que iba detrás. Al girarme y seguir hablando puse el bastón en un agujero del trazado que hizo de palanca, quedándose fijo y dándome un golpe bestial en todos los cataplines. Me quedé como si me hubiera tocado la primitivam y desde entonces me llamo Carmen de Mairena: qué daño!!!. Pasado el susto (ahí estaban), continuamos el descenso. Los pueblos que hemos ido encontrando son los típicamente castellanos, un poco abandonados, dejados, con alguna iglesia derruida (en Villalval). Todo siguiendo la carretera regional hasta cruzar la autopista a Burgos. Aquí al niño
le ha dado otro ataque, ya que hasta Castañares hemos ido por ruta llena de barro y cayendo. Ideal para el caminante: pies pesados y mojándote. Al llegar a buen paso hemos decidido comer en Burgos. Desde Castañares a Burgos es un parque entero para la gente: 7 kilómetros de parque fluval, de descanso y arboleda, 7!!!. Como viven!. Yo cono es habitual, me ido a ver en un spring, la Cartuja de Miraflores (en igualico estado que Scala Dei, igual), que es visita obligada. Le he dado tanta pena al de la puerta que no me quería dejar marchar sin enseñarme en visita la cartuja, pero no he podido porque chuqui me esperaba en la carretera. Entrada larga hasta la estatua de Rodrigo Díaz de Vivar, que nos ha dado miedo incluso.Por el Paseo del Espolón entrábamos mojaditos para acceder a la Plaza de la Catedral: como dice Noe, "es mejor que Notre dame". Se nos ha caído la baba, vamos. Sin lugar a dudas una joya de la arquitectura. Para joya, os dejo también el bocata que hemos tomado para comer. Afrodita se llamaba. Y juro, que después de la etapa, la ducha y el cambio de ropa, sabe a afrodita.
Hasta mañana!
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